viernes, 8 de abril de 2011

Confesiones desde el interior de un macrobotellón

Aquí dejo el original del artículo que me ha publicado el diario La Opinión en el día de hoy. Hay algunas palabras y frases que no han salido en el periódico por motivos de espacio.


No sabría decir a qué hora llegué a la zona cero. Sé que era de noche y que apenas se veían luces en las ventanas de los edificios por lo que deduzco que era tarde. Iba con un grupo de unos diez chavales aunque a lo largo de la velada unos iban y otros venían. Al principio todo fue bien. Estábamos en la calle, sentados en el rellano del portal de un edificio y apoyados contra la puerta del mismo. Había gente por todos lados y muchas compañeras mías iban de un lado a otro descontroladas. Un par de chicos de mi grupo se levantaron y empezaron a tocar los fonoportas que había sobre nosotros. Cuando los adormilados vecinos contestaban alarmados, les dedicaban dulzuras como:
- ¿Es la pescadería?
- ¡Por supuesto que no!-, contestaba el vecino indignado.
- Entonces, ¿quién es el besugo que está hablando?-, gritaban mientras se burlaban los angelitos. Luego salimos de allí corriendo y riendo no fuera a ser que el malhumorado inquilino bajara a visitarnos.
Los minutos pasaban. Uno de los jóvenes me llevaba fuertemente agarrada. Al principio de la noche dijo que yo era suya y que no me pensaba compartir con nadie. Bueno, supongo que mejor pasar la noche con uno que con varios.
Luego llegó el turno de los aullidos y los cánticos. Era divertido. Se trataba de ir por la zona cero y las calles colindantes cantando y vociferando lo más alto que se podía. Desde algún balcón de las viviendas de la zona se asomaban vecinos recriminando la actitud de nuestro grupo pero raudos los chavales empezaban a insultarlos y a mandarlos callar:
- ¡Cállate ya, vejestorio! ¡Anda y vete a dormir de una vez!
Después de eso llegaba el turno de los espejos de los coches. No creáis que era fácil. Se trataba de ir corriendo paralelo a una fila de coches, aparcados en batería, con el brazo extendido y golpeando hasta partir o arrancar todos los retrovisores que se ponían por delante. Ganó el chico que iba conmigo llegando a romper cuatro seguidos. Lo cierto es que era muy entretenido. Uno de ellos se subió encima de un capó y empezó a saltar una y otra vez gritando que el Barsa era el mejor del mundo. No conozco al tal Barsa, pero seguramente sí que lo será.
El final de la noche acabó para mí como suele acabar para muchas de nosotras. Cuando ya no podía dar más. Cuando todo lo que tenía se lo había entregado. Cuando me quedé vacía, decidieron que ya no era útil y me lanzaron contra la cristalera de un comercio haciéndome estallar en mil trozos y rompiendo el escaparate. A pesar de todo no les echo nada en cara. Pobres chavales. Si es que son unos incomprendidos. Y encima los incontrolados cartageneros no paran de quejarse y de llamar una y otra vez a las fuerzas de seguridad, que por cierto quedaban muy bien como adorno en las esquinas de las bocacalles de la zona cero. En fin, a ver si me reciclan pronto y estoy lista para el siguiente macro.

5 comentarios:

  1. Menos mal que lo has publicado porque aquí La Opinión como que... anda escasillo, jeje.
    Hay que ver qué tiquismiquis los cartageneros con esos pobres angelitos que lo único que hacen es intentar desahogarse de los excesos hormonales, qué culpa tienen ellos???
    Genial el artículo, mi enhorabuena... pasito a pasito te vas afianzando, eh?
    Aquí queda bien una frase que no falta en ninguna película "yankee", allá va: "estoy orgullosa de tí, hijo!!"

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  2. Hola
    Me llamo Coca Cola, y me ha parecido muy interesante tu historia. Tan pronto estés reciclada me gustaría conocerte. Mándame un e-mail y quedamos para el próximo botellón.
    Un artículo... ¡genial!!!

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  3. Muy bueno, menos mal que nos han escuchado y te dejan compartir estas fenomenales historias con más gente.

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  4. Oye, ¿qué pasa? ¿Es que los jóvenes no podemos divertirnos a nuestra manera? ¡Cómo os ponéis por dos tonterías de nada!...
    Me encanta esa forma que tienes de mantenernos en vilo hasta el final... Estupendo, como siempre.

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  5. Muy bueno lo de la Coca-cola Toño!!!!!
    Me da a mí, Mar, que tu etapa de botellón, que no de joven, te quedó atrás.
    Gracias por vuestros comentarios.

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