jueves, 28 de julio de 2011

El timbre

Me incorporé de un salto al oír el timbre. No consigo recordar cuánto tiempo llevo tirado en el suelo dibujando este pictograma. De hecho, no sabía ni que fuera capaz de escribirlos y mucho menos de interpretarlos, pero allí estaban esa cantidad de símbolos tatuados sobre el suelo del salón de mi apartamento.
Me acerqué a la mesita donde tengo el teléfono, junto al sofá, y descolgué el auricular.
–Sí, ¿quién es? -, pregunté.
Al otro lado de la línea se oía una respiración profunda y entrecortada, jadeante en algunos momentos. Permanecí escuchando unos segundos y volví a decir:
-¿Hola?
El timbre me hizo reaccionar así que dejé el teléfono caer sobre la mesa y me dirigí corriendo hacia la puerta.
De camino tropecé con la enorme maleta de viaje que permanecía abierta en medio del pasillo con toda la ropa de invierno bien ordenada en su interior. Entre dos forros polares asomaban los billetes de avión de mi último viaje a Paris.
Qué maravilla de viaje, lo recuerdo perfectamente. Allí conocí a Marlene, una francesa de metro setenta, largas piernas, medidas de escándalo, pelo rubio cortito y ojos verde esmeralda. Eso sí, a pesar de esos ojazos y ese cuerpo, no había visto en mi vida una mujer tan fea como ella. Recuerdo especialmente aquella tarde cuando paseamos junto al río Sena en lo alto de un camión de bomberos para luego terminar cenando un sándwich a los pies de la torre Eiffel.


Abrí la puerta y no había nadie. Me asomé y miré a derecha y a izquierda. El pasillo estaba oscuro. Mi casa está situada en pleno Vallecas. Es un enorme edificio de seis plantas con doce apartamentos en cada una. Encendí la luz del pasillo y pude ver a una de mis vecinas, la señora Guzmán, entrando en su piso. Vestía como siempre. Su viejo abrigo verde, su bolso color negro y un gorro ajustado a su cabeza del mismo color que el abrigo.
– Señora Guzmán-, le grité, -¿Ha llamado usted a mi puerta?
La anciana se quedó parada sin entrar a su apartamento. Me fijé entonces en su espalda y me percaté de que aquella mujer no podía ser la señora Guzmán. Llevaba una especie de tatuaje que le cubría toda la parte trasera del abrigo con los mismos símbolos del pictograma que yo había descifrado hace unos minutos. Lentamente aquella desconocida se fue girando hacia mí y en ese momento pude verle las manos asomando por el final de las mangas del mugriento abrigo. Las uñas eran largas y sucias, las manos muy arrugadas y llenas de cortes, heridas y restos de lo que parecía ser sangre. La mujer se giró completamente y me miró a los ojos. Fui incapaz de contener un grito de horror al ver aquella cara.
Volví a entrar en mi apartamento y cerré la puerta con los dos cerrojos más la cadenita de seguridad.
Estaba asustado, tembloroso y al mismo tiempo no podía parar de reír. Seguía escuchando el timbre, aunque ahora parecía más una sirena. No me había dado cuenta hasta ese preciso instante del fuerte olor a quemado que había en toda la casa. Bajo la puerta que acababa de cerrar empezaron a aparecer pequeños filamentos de humo negro. Podía escuchar como alguien, o algo, la estaba arañando desde fuera. Me dirigí a la ventana para utilizar la escalera de incendios. Abajo, en la calle, se agrupaban varios coches de bomberos y la policía había acordonado la zona con cinta amarilla para que los curiosos se mantuvieran alejados. Me quedé allí, inmóvil junto a la ventana, observando la escena, hasta que aquel maldito timbre me devolvió una vez más a la realidad.
Tenía que actuar rápido. Me puse una toalla mojada cubriéndome la boca y la nariz, cogí la maleta y la lancé con todas mis fuerzas por la ventana. No miré al tirarla y por eso no pude evitar que cayera sobre uno de los bomberos que subía por la escalera mecánica en dirección a mi ventana. El impacto fue terrible y lo hizo caer desde una altura de más de quince metros. Desde abajo otro bombero parecía estar diciendo algo a través de un megáfono pero donde yo estaba no se oía más que un ligero timbre.
Un fuerte ruido llamó mi atención y al girarme pude ver que la puerta de la calle estaba abierta y una sombra se abalanzaba sobre mí cogiéndome con fuerza y empujándome hacia la ventana. Esta vez el timbre se convirtió en grito.
- Aagggggggg
Me incorporé con un sudor frío que me empapaba el cuerpo. Miré hacia la ventana sin poder abrir aún los ojos completamente cegado por la luz del día. Tanteé con mi mano derecha la mesilla y atiné a apagar el despertador. Por fin cesó el maldito timbre.

sábado, 16 de julio de 2011

Siempre en mi recuerdo

¡Buenos días, vieja!
Cómo pasa el tiempo. Ayer me acosté pensando en tí como otras tantas noches en los tres años que precisamente hoy se cumplen desde que te marchaste. Un trienio en el que he aprendido a vivir con la compañía diaria de tu recuerdo como prueba irrefutable de la huella que dejaste en mí.
Yo estoy bien, no me quejo. Ando por Guardamar pasando unos días en este caluroso verano. Ya sabes que es pasión lo que siento por este pueblo, aunque nunca entendiste el por qué de mi devoción por esta pequeña villa alicantina. Aquí tus nietas disfrutan todos los días de sol y playa. Tendrías que ver lo morenitas que se están poniendo. Por suerte en eso han salido a su padre, un servidor, y enseguida cogen el tono marrón, como le llaman ellas, en la piel. Por cierto, hace unos días Ainhoa te hizo un dibujo. Bueno, ella decía que esa era su abuela Rosa pero, entre tú y yo, no saliste muy favorecida. Al menos a mí me costaba reconocerte con esa nariz en forma de triángulo, el pelo cuadrado y de color castaño oscuro. El caso es que te dibujó paseando por la playa, con un cielo de un intenso azul que cubría tu deambular por una arena amarilla salpicada de pequeños círculos de diferentes colores que tu nieta identificaba como conchas de almejas. Cuando terminó el dibujo puso su nombre y dobló el folio por la mitad. Después me lo dió y me dijo que se lo diera al cartero para que te lo llevara al cielo.
Me encantaría poder meterme en esas cabecitas y descubrir que piensan que es el cielo. Mara me decía hace un par de semanas que ella nunca se iba a morir, que cuando fuera viejecita se iría con su abuela Rosa al cielo y se quedaría allí con ella.
Ya ves que están hechas un par de bichillos. A menudo te imagino jugando con ellas, esperándolas en la puerta del colegio a que terminen las clases, preparando sus fiestas de cumpleaños, santos, reyes... Muchas veces me urge la necesidad de descolgar el teléfono y llamarte para pedirte consejo, para que me asesores, para que me digas si lo estoy haciendo bien o no. Ahora entiendo cuando me repetías tantas veces aquello de:
- Ya serás padre y...

Ya te he puesto un poco al día, viejilla. Sólo quería escribirte unas líneas en este blog que nunca pude enseñarte y que sé que hubieras estado muy orgullosa de poder leer. Quién sabe, tal y como evolucionan las nuevas tecnologías quizás dentro de poco la banda ancha llegue a donde quiera que estés ahora.
Me apetecía que supieras que nunca te fuiste, tan sólo dejé verte hace tres años, y que te echo tanto de menos que duele.
No lo olvides nunca
Hasta mañana.

martes, 5 de julio de 2011

Un año de blog

La semana pasada se cumplió el primer año de vida de este blog.
Echando la vista atrás no sabría explicar por qué comencé esta aventura en solitario. Nunca fui lector asiduo de blogs y jamás se me había pasado por la cabeza el participar en uno. Recuerdo que fue una tarde del mes de junio cuando sentí la necesidad de escribir, no sabía el qué, pero me apetecía mucho hacerlo. Quería contar situaciones vividas que para mi fueran importantes y así compartirlas con todos mis amigos y familiares, porque esa era la idea inicial de este blog, compartir mis vivencias con las personas cercanas a mí.
Jamás hubiera imaginado que aquellas historias que tanto me divertía escribir iban a tener tanta aceptación entre vosotros. Desde el principio me animasteis a seguir escribiendo y yo lo hacía encantado. Empecé a tener contacto con amigos de los que llevaba tiempo sin tener noticias y que un día aparecieron de la nada diciéndome:
- Eh, he leído tu blog y me ha gustado.
Desde aquel primer artículo hasta hoy las cosas han cambiado bastante. Lo que empezó siendo un blog personal ha pasado a convertirse en un espacio dónde puedo compartir con amigos, familia y seguidores mi pasión por la escritura.


Como me emociona poner la palabra “seguidores”.
Que los amigos o familiares lean lo que escribo y me animen a continuar es algo precioso, pero al tiempo previsible, al fin y al cabo son las personas que me quieren y están junto a mí. Pero cuando gente que no conoces de nada os hacéis seguidores oficiales de mi blog, cuando gente de otros países comentáis mis escritos, cuando personas a las que nunca he visto leen y me piden que siga escribiendo, la sensación que me invade es indescriptible.

Ayer mismo estuve echando un vistazo al apartado de las estadísticas y los números son realmente increíbles:

Visitas a la página: 7101
Países desde los se ha accedido al blog: 54 diferentes, entre los que destacan:
Desde México: 286 visitas.
Desde Argentina: 214 visitas
Desde Chile: 193 visitas
Desde Colombia: 103 visitas
Desde Venezuela: 92 visitas.
Desde EEUU: 80 visitas
Desde Perú: 78 visitas
Desde Reino Unido: 68 visitas
Desde Francia: 60 visitas
Se han escrito un total de 193 comentarios a mis artículos y 42 personas se han hecho “seguidoras oficiales” del blog…


¡Qué puedo decir!
Gracias, gracias y mil veces gracias
.

El proyecto individual que Miguel, Miki, empezó hace un año se ha convertido en la aventura que Mike Scotland ha iniciado en compañía de un grupo de amigos que formáis el pilar central sobre el que se cimienta este blog. Mientras vosotros estéis ahí yo seguiré escribiendo, porque me gusta, porque lo necesito y porque compartirlo con vosotros hace que merezca la pena continuar.
Un fuerte abrazo