sábado, 14 de mayo de 2011

Mirando cornisas


Han pasado tres días desde que se produjeron los dos terremotos que golpearon con dureza la ciudad de Lorca y seguimos consternados. Nueve muertos, más de trescientos heridos y miles de personas sin hogar. Uno está acostumbrado a vivir día sí, día también, con imágenes y noticias sobre cataclismos lejanos, en distintas partes del mundo, que asolan ciudades de este o aquel país. Pero siempre lo vemos a través de la televisión o de los periódicos haciéndonos partícipes de una especie de película de ciencia ficción que no termina de coger tintes de realidad por muy crudas que puedan ser las imágenes que aparezcan.

Pero resulta que ahora no vemos imágenes, sino realidad. Resulta que el terremoto no se ha producido en el lejano Japón, sino en España. Resulta que las casas que se han caído no son en el norte de África o en Sudamérica, sino en nuestra Región. Resulta que los muertos no son esa especie de actores inertes que aparecen en la caja tonta, sino paisanos que tenemos aquí al lado, en mi caso a tan solo ochenta kilómetros. Resulta que la mayoría de los que vivimos en esta Comunidad Autónoma hemos caminado muchas veces por esas calles lorquinas, ahora destruidas. Hemos comido o cenado en esos restaurantes ahora destrozados. Conocemos a habitantes de esta localidad que han resultado heridos, que han perdido sus casas, sus negocios, su vida…
Las desgracias lo son siempre, hablen el idioma que hablen, pero es cierto eso que dicen que a cada cual le duele más lo suyo y en este caso en este país, en esta Comunidad, muchos, casi todos, hemos sufrido, y sentido como nuestra esta catástrofe.

Vivimos en una zona altamente sísmica. Eso es un hecho que todos los cartageneros, murcianos y habitantes del sureste peninsular sabemos, pero nunca nos planteamos los peligros que esto conlleva hasta que no sufrimos de cerca un desastre como el vivido hace unos días.

Ayer mismo salí a pasear mirando hacia el techo de mi ciudad. Nunca me había dado cuenta de la cantidad de cornisas, de balcones, que tenemos en Cartagena. Unas cornisas y unos balcones similares a los que arrancaron la vida a esas nueve personas de nuestra vecina Lorca.
Aprendamos de los errores. Corrijamos los fallos para estar preparados cuando llegue el siguiente terremoto, porque seguro que tendremos un siguiente. Y recordemos, desde el cariño, desde el corazón, a esas nueve víctimas que decidieron salir corriendo para salvar su vida... y no tuvieron tiempo de mirar hacia arriba.

4 comentarios:

  1. Es que todas las desgracias nos parecen lejanas hasta que nos caen al lado. Me impresionó muchísimo ver las imágenes de esa tragedia, el patrimonio histórico que en parte se perderá y lo peor de todo e irremplazable... nueve vidas que se han ido.

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  2. argggg... irreemplazable, jajajaja

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  3. Una de las primeras cosas que pensé tras los terremotos fue que se deberian prohibir las cornisas. ¿Para qué sirven? No vas a hacer casas sin balcones, vale, ¿pero cornisas? ¿Para qué? Cuantos menos elementos peligrosos tengamos, menos daños se podran producir en caso de desastre. (A ver si es verdad que aprendemos de los errores).

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  4. Lo que comentáis de las cornisas, en una zona con actividad sísmica, es muy razonable. Si desde el noroeste ya nos impresiona, vivirlo tan cerca tiene que ser doloroso. Un abrazo atrasado (que estos días no anduve por la red)

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