sábado, 5 de marzo de 2011

Viernes 28. De la pesadilla del oso a la satisfacción del objetivo cumplido.

Yo a este tío me lo cargo!!!!!! Son las dos de la madrugada y no puedo pegar ojo con sus ronquidos. No he visto en mi vida a alguien que ruja, porque esto no es roncar, es rugir, como el hombre este que tengo durmiendo conmigo, y digo conmigo porque su litera está completamente pegada a la mía, como si de una cama de matrimonio se tratara, vamos, que solo le falta darse la vuelta y abrazarme. Me he puesto los cascos y tengo el mp3 al máximo de su volumen y aún así oigo al oso en mi oído.
Desde la otra punta del dormitorio, que es muy grande, oigo a alguien susurrar, - ¡que alguien calle a ese tío! A ese le molesta y está a unos treinta metros……… y yo lo tengo pegadito a mí. He conseguido echar una cabezadita pero aún así son sólo las cuatro y media.
El mp3 se ha quedado sin pilas y ahora solo se oyen los tremendos ronquidos. Me coloco la almohada sobre la cabeza y la aprieto fuerte contra mis oídos a ver si así dejo de escucharlo...nada, ni por esas y encima me estoy ahogando. Saco una pierna de dentro del saco y le arreo una patadita suave sobre su espinilla...como el que oye llover, ni se ha inmutado ni ha variado el nivel del ronquido. El chaval de la cama de enfrente ha visto mi jugada y me hace signos con la mano para que lo intente de nuevo pero esta vez le meta la patada en la boca. Con ganas me quedo aunque no quedaría muy bien visto dentro del ambiente de camaradería que siempre existe entre los peregrinos.
En fin, ya son las seis y no aguanto más así que voy a levantarme y a prepararlo todo. Cojo la mochila, lo meto todo dentro de cualquier forma, deshago la cama y me bajo a la sala de estar a estudiarme y prepararme la dura etapa que voy a iniciar hoy. Por lo menos aquí no oigo roncar al tiparraco ese.
En teoría para llegar a Santiago quedan dos etapas, una que sale de aquí, Arzúa, y llega hasta Pedrouzo de unos veinte kilómetros y la otra que iría desde Pedrouzo hasta el mismo Santiago, de otros veinte kilómetros más o menos. Algunos peregrinos, los más osados, intentan doblar la etapa de hoy haciendo desde aquí un recorrido de unos treinta y ocho kilómetros y llegando hasta el Monte Do Gozo, que queda tan solo a cuatro kilómetros de la ciudad del apóstol, de esta forma el último día tan solo tienen que recorrer un corto paseo y entran en Santiago tempranito, limpios y frescos.
Pues ahí que voy yo. Voy a intentarlo, por qué no. Vale que son muchos kilómetros, vale que no he pegado ojo en toda la noche y vale que la etapa de ayer me dejó muy tocado físicamente pero precisamente por eso, porque ya he aprendido de mis errores de ayer y porque me apetece llegar a Santiago descansado y fresco voy a intentarlo. Todo puede ser que cuando llegue a Pedrouzo no me encuentre con fuerzas y decida quedarme allí a pasar la noche.

Ya son varios los compañeros que se encuentran conmigo en la sala común. Unos desayunan, otros preparan sus etapas de hoy mapa en mano y otros simplemente comentan como ha ido la noche. Por supuesto los ronquidos de mi compañero de litera son lo más comentado y cuando les digo que el que ha pasado la noche a su lado era yo todos me preguntan que como he podido dormir…-¿Dormir?, contesto yo…..-¿qué es eso?. Al parecer vamos a ser tres los que intentaremos llegar a Monte Do Gozo en la jornada de hoy. Nicola, el italiano introvertido, un camarada ya mayorcito con el que he coincidido un par de veces pero que sigo sin saber su nombre y un servidor. El resto de compañeros caminarán hasta Pedrouzo y harán noche allí, que es lo lógico.
Ha llegado el momento, son las siete y media y aunque aún queda una hora más o menos de oscuridad decido comenzar. Hoy el día se va a hacer muy cuesta arriba así que cuanto antes empiece mejor. Creo que voy bien preparado. Llevo cinco botellas de agua de medio litro, dos manzanas, un paquete con cuatro bollicaos y un zumo de melocotón. Lo único malo es que he incrementado el peso de la mochila unos tres kilos con todos estos suministros. Me despido de los compañeros que estaban allí deseándoles buen Camino y emplazándolos a vernos el sábado en Santiago. Todos me desean suerte en la hazaña que voy a intentar. Le digo a Nicola que nos vemos esta noche en el Monte Do Gozo y me contesta con una media sonrisa, como diciendo - tío, tenemos por delante treinta y ocho kilómetros de los cuales los últimos cinco son subiendo monte…. Salgo por la puerta del albergue y oigo tras de mí a alguien que me grita –Buen Camino peregrino-, me giro y veo bajando por las escaleras al oso que no me ha dejado dormir en toda la noche. Me quedo mirándolo y, a pesar de tener ganas de comentarle mis respetos sobre sus difuntos y recordar a su santa madre, me resigno a responder –gracias compañero, buen Camino a ti también-
No llueve y tampoco hace demasiado frío. Lo que si hay es una niebla muy espesa que a duras penas me deja ver la pared de enfrente. Salir de Arzúa me resulta fácil y rápido ya que el albergue está enclavado dentro del Camino y las señales son muy visibles. En poco más de 10 minutos he dejado atrás las últimas casas a las afuera del pueblo y ya estoy en medio de un frondoso bosque. La verdad es que si llego a ser una persona miedosa este sería el momento ideal para tener miedo. Aún no son las ocho de la mañana, es noche cerrada, no hay luna y además hay una niebla densa que me rodea. Estoy en medio de un bosque siguiendo un camino de hojas, tierra y piedras por el que me guío gracias a una linterna y por si el entorno fuera ya poco tétrico me he parado a hacer unas fotos e intentar captar lo que me rodea. Cuando he mirado la pantalla de la cámara a ver que tal había salido la foto lo único que aparece es una nubecilla que yo no puedo ver delante mía pero que la cámara si refleja cuando echo la foto…lo dicho, porque no soy miedoso por que si no estaría acojonadito vivo ya que he tardado unos veinte segundos en razonar que esa nube que aparece es la propia niebla que me envuelve y que ,aunque yo no la veo, al salir el flash de la cámara sí se refleja.
Poco a poco va amaneciendo y la niebla levantando. El día aparece despejado aunque hay algunas nubes allí a lo lejos, hacia donde me dirijo, que puede que traigan agua más adelante. Ahora ya puedo caminar más rápido. El Camino va intercalando trozos de bosque, prado y la carretera nacional que llega a Santiago. Cuentan que muchos peregrinos se meten en esta carretera y caminando por el arcén ya no paran hasta llegar a Santiago pero yo no le encuentro la gracia ya que lo bonito del Camino es precisamente esa parte en la que caminas por en medio de bosques y prados, atravesando aldeas rurales, ríos...en fin, cada uno es libre en su caminar.
Calculo que llevaré unos diez kilómetros caminados así que es hora de hacer la primera parada. Acabo de dejar la carretera y me he adentrado de nuevo en un bosque. Aprovecho que hay un par de piedras grandes y planas y descanso aquí.
Me descuelgo la mochila y aprovecho para preparar la cámara en automático para hacerme una foto en este entorno. Después guardo los guantes y la braga del cuello, no hace frío como para llevarlos, me desabrocho y me quito también las botas. Voy a comerme una manzana, un bollicao y el zumo de melocotón.
Bueno, estómago lleno, hombros y pies descansados, sed saciada…hora de proseguir.
Qué maravilla, habré descansado poco más de un cuarto de hora pero me encuentro fresco, como nuevo y con el ánimo en lo más alto. Ahora mismo sería capaz de llegar a Santiago de un tirón.
Tal y como supuse ha comenzado a llover. Es una lluvia fina y suave. Apenas empapa por lo que no voy a sacar la capa. Con la capucha del chaquetón es suficiente de momento. Si veo que aprieta sacaré la capa para cubrir, sobre todo, la mochila.
Hace un par de minutos casi soy atropellado por una manada de vacas corriendo por un camino rural. Iba tranquilamente inmerso en mis pensamientos y con la música suave de Enya envolviéndome cuando al torcer un recodo he visto delante de mí un grupo de vacas que corrían en mi dirección. Me ha dado tiempo a saltar a la cuneta y verlas pasar mientras sacaba la cámara del bolsillo para retratar la escena. En medio de la manada iba una mujer con un paraguas en una mano y una caña en la otra con la que golpeaba el suelo mientras gritaba a las vacas. Estas cosas sólo se ven aquí.
Son las doce y acabo cruzar Pedrouzo así que me faltan veintidós kilómetros para llegar a Santiago. Eso quiere decir que me restan dieciocho para llegar al Monte Do Gozo y que, por lo tanto, ya llevo caminados veinte desde que salí esta mañana de Arzúa. Voy a un ritmo muy bueno y llevo bastante controlado el tema de la sed y el cansancio así que….. decidido, voy a terminar la etapa en el Monte do Gozo.
Voy a aprovechar este mini túnel que hay por debajo de la carretera y voy a descansar aquí. En la planificación que me he hecho del día me marqué como objetivo descansar cada diez kilómetros. Vuelvo a soltarme la mochila y saco de ella las chanclas. Voy a quitarme las botas y los calcetines y así dar un poco de descanso a los pies. También aprovecho para echarme un poco de reflex en los gemelos porque los tengo un poco cargados. Saco una manzana, otro bollicao y una botellita de agua y me siento en el suelo, con la espalda apoyada en la pared del túnel. Lo cierto es que no es un túnel propiamente dicho sino uno de esos pasos subterráneos que se construyen bajo las carreteras y autovías para que la gente pase por ellos y no cruce el asfalto.
No llevo ni diez minutos sentado cuando oigo el ruido de algo metálico golpeando contra el suelo en la bajada hacia el túnel. Suena como un bastón así que supongo que serán Nicola o el otro compañero peregrino que salió tras de mí. Cual es mi sorpresa cuando aparece ante mí una anciana vestida completamente de negro, pañuelo en la cabeza incluido, con un delantal blanco y azul, unas zapatillas de andar por casa, unas grandes gafas que cubrían no sólo sus ojos sino también parte de su muy arrugada cara y un bastón en su mano derecha con el que iba apoyándose. Al llegar a mi altura la buena mujer para y yo me incorporo rápido diciéndole –Buenos días señora.
–Buenos días peregrino, contestó ella, -te quedan dieciocho kilómetros para Santiago.
–Lo sé señora, ya me queda poquito para terminar. En ese momento me extiende su mano izquierda y coge la mía apretándomela con fuerza y me dice –quien a Santiago va con devoción del patrón consigue su perdón. Mucho ánimo hijo mío y que Santiago te proteja. Entonces se acercó a mí y me dio un par de besos. Allí estaba yo, con una manzana a medio comer en una de mis manos, con la mujer cogiéndome la otra, con las chanclas puestas, y dándole un par de besos a una anciana que acababa de aparecer de la nada delante de mí.
Me despido de la mujer la cual sigue con su lento caminar apoyando su bastón y vuelvo a sentarme en el suelo. Mientras se aleja pienso que nunca olvidaré esa cara tan bondadosa, amable, familiar…. En los tres o cuatro minutos que ha estado conmigo me ha contagiado de optimismo y de ánimo a la vez que me ha transmitido tranquilidad…lo dicho, nunca olvidaré este momento.
El cansancio ya es notable. Me duele todo, hombros, piernas, pies…Hace ya un par de horas que hice mi última parada en aquel túnel, diez kilómetros atrás. He caminado casi todo el tiempo por el arcén de la carretera e incluso he cruzado un par de autovías. Nada destacable ya que el ruido de los coches, camiones, motos y demás ha hecho que este último tramo no tenga nada de especial. Ni paisajes, ni aldeas, ni bosques….Se nota que me voy aproximando a Santiago y el entorno rural va desapareciendo poco a poco. Ahora mismo estoy pasando junto a Lavacolla, el aeropuerto internacional de Santiago de Compostela. Es hora de hacer el último descanso del día aprovechando un pequeño espacio en el camino por donde pasa un riachuelo. Parece una especie de oasis a los pies de las inmensas pistas e instalaciones del aeropuerto.
Voy a beberme la poca agua que me queda, a comerme el último de los bollicaos, último cambio de calcetines, más reflex, ahora sobre los hombros y diez o quince minutos sentado sobre esta fría y enmohecida piedra. Calculo que me quedan unos ocho kilómetros para el Monte Do Gozo. Puede parecer que no es demasiado, sobre todo si pensamos que ya llevo treinta caminados, pero precisamente por ese cansancio acumulado empiezo a pensar que no tenía que haberlo intentado y haberme quedado en Pedrouzo....treinta y ocho kilómetros son demasiados.
Un avión de Ryanair despegando del aeropuerto y pasando a muy baja altura por donde me encuentro me hace reaccionar. El ruido es ensordecedor. Casi puedo ver a los pasajeros asomándose a través de las ventanillas. Me quedo contemplando como el avión se va elevando y lo sigo con la mirada hasta que desaparece entre las nubes grisáceas.
Si me quedo más tiempo aquí sentado ya no va a haber quien me mueva así que venga, a continuar y a terminar lo que he empezado.
El camino vuelve a adentrarse en zona de campo y se aleja de la carretera y de la autovía. Estoy empezando a subir la sierra donde se encuentra el Monte Do Gozo. Es la parte más alta de este grupo de montañas así que todo lo que me queda va a ser cuesta arriba. Ya camino por instinto, apenas voy pendiente de los paisajes y no veo señales por ningún lado. Me he dado cuenta de que estoy caminando muy deprisa. Hace unos minutos he adelantado a una pareja de peregrinos, los primeros que me he encontrado en todo el día, seguramente saldrían desde Pedrouzo, es decir, llevan caminando unos doce kilómetros y los he pasado como si yo fuera corriendo y ellos a paso de tortuga. Hace unos momentos he pasado por delante de las instalaciones de TVG, la televisión de Galicia, y ahora mismo estoy pasando por RTVE, que son las instalaciones y estudios que tiene televisión española en esta comunidad autónoma. En condiciones normales me pararía a echar unas fotos a ambos complejos ya que impresiona la cantidad de enormes antenas que tienen por todas partes pero no tengo fuerzas para parar. Bueno, para parar sí pero tengo la sensación de que si lo hago no podré volver a reiniciar la marcha.
A cada giro de curva que hago espero encontrarme el complejo vacacional de Monte Do Gozo pero no es así, sigo, y sigo y sigo caminando y no llego. Hace unos diez minutos un hombre me dijo que me quedaban unos dos kilómetros, sin duda están siendo los más largos que he recorrido nunca.
Sí, por fin, ahí está, delante de mí, el monumento al peregrino que marca la entrada a este complejo vacacional. He llegado. Lo he conseguido. Lo he hecho. Estoy feliz, estoy contento, estoy….cansado, muy cansado.
El Monte Do Gozo es una ciudad de vacaciones a cuatro kilómetros de Santiago de Compostela. Sus instalaciones me recuerdan a un campo de concentración ya que son una serie de barracones colocados en hilera de norte a sur y de este a oeste y separados por una zona mediana donde hay una cafetería, un restaurante, lavandería, tienda, y otros establecimientos. También hay alrededor de los barracones piscina, parques, auditorio, zonas de acampada, hotel, enfermería…en definitiva, casi de todo. Eso sí, a excepción del restaurante y la cafetería todo está cerrado ya que, como ha sido costumbre a lo largo del Camino, a penas hay nada abierto este mes de enero.
Dos de los barracones, los únicos abiertos, han sido habilitados para los peregrinos que hacen el Camino de Santiago. Supongo que en los meses cálidos, cuando la afluencia de visitantes es mayor, destinarán a peregrinos más barracones aunque no quiero imaginarme lo que será esto en pleno verano, cuando a los cientos de peregrinos se les unan los colectivos, colegios, asociaciones y demás que utilicen este complejo como centro vacacional..
Por dentro los barracones son muy simétricos. Un pasillo central con habitaciones a derecha y a izquierda con dos cuartos de baño, una sala de estar y el resto dormitorios. Estos últimos son pequeños, con cuatro literas cada uno, es decir, para ocho personas por habitación. Todo está muy nuevo y en muy buen estado.
Después de darme una ducha eterna me he puesto el chándal, un polo y el chaquetón y voy a ver si pillo algo de comida porque entre unas cosas y otras ya son las seis de la tarde y ya hace horas que comí por última vez. Voy caminando con las chanclas puestas, no me he puesto ni calcetines. Cojeo por turnos ya que como me duelen las dos piernas voy cojo un rato de una y después de la otra. Está chispeando, no ha dejado de hacerlo desde hace horas y aquí arriba si que hace frío. De camino al restaurante me paro en un mirador y contemplo la ciudad de Santiago allí abajo, a mi alcance, a tan solo un paseo de distancia. Un sentimiento de orgullo sustituye por un momento al insoportable dolor de piernas. Me acuerdo de Roberto, mi amigo brasileño que lleva caminando un mes y medio. Si para mí, que he caminado durante una semana, me reconforta tanto el haberlo conseguido para él tiene que ser algo que supera cualquier sensación conocida. Creo que es necesario haber hecho el Camino para entender de lo que estoy hablando.
En la cafetería me dicen que hasta las siete no abren el servicio de cocina y que hasta esa hora no me pueden preparar ni un bocadillo. Indignante…..pero no tengo ganas de discutir así que como tienen terminal con conexión a internet decido esperar poniéndome al día de todo lo que ha acontecido esta última semana que he estado desconectado de todo.
Es curioso, al final, después de tanta espera me ha apetecido, por encima de menú, de bocatas y otras opciones que tenía, una hamburguesa. Además no ha sido de esas tipo McDonalds, sino una de las caseras, con pan redondo de panadería, con la hoja de lechuga entera, la rodaja de tomate y de cebolla y un tranchete. Me ha sabido a gloria.
Ahora he salido del restaurante. - Qué frío hace!!!! La temperatura ha bajado un disparate en esta hora y media que llevaré dentro de la cafetería. Ya es de noche y estoy tiritando. Habrá uno o dos grados como mucho….y yo en chanclas. Recorro los doscientos metros que hay hasta mi barracón lo más rápido que puedo teniendo en cuenta que apenas puedo mover las piernas, que estoy tiritando de frío, medio descalzo y que está lloviendo con fuerza.
Que reconfortante es cerrar tras de mí la puerta del barracón y que te envuelva la calidez de una estancia con la calefacción bien alta.
Son sólo las nueve de la noche pero me voy a acostar ya. Me meto en mi saco de dormir, me coloco mis cascos con la música muy suave y cierro los ojos. Tengo otros tres compañeros más de habitación, dos coreanos y un español y los tres están ya durmiendo. Me pongo a recordar cómo ha transcurrido la etapa, todo lo que ha dado de sí, todo lo que me ha sucedido y lo mal que lo he pasado en el tramo final...pero aquí estoy, a cuatro kilómetros de Compostela. Casi puedo gritar eso de – misión cumplida- Como diría un amigo mío, -Bien trabajao-
Me quito los cascos de las orejas porque tengo la sensación de que en cualquier momento me voy a quedar durm…………

5 comentarios:

  1. ¿Seguro que esa nube era niebla? Mira que por aquellos lares anda la Santa Compaña haciendo de las suyas. Y después la viejecita... Suena todo muy a cosa de meigas, de esas que haberlas, haylas.
    Pero como dice tu amigo, bien trabajao (con palito en la espalda incluido). Eso es caminar y no lo que hacemos por estas tierras.

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  2. Otra de las cosas que cuentan del Camino, no es solo el paisaje, sino las gentes. El encuentro con la vieja me parece fantastico. No dudo que lo guardaras con cariño. Por otro lado, puedo imaginar la satisfaccion de ver Santiago a lo lejos. Bien trabajao! Que diria un amigo!

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  3. Me metes tanto en la aventura que casi puedo oler el Reflex!!! No puedo quitar la sonrisa de la cara imaginando al oso roncando o a tí en chanclas y sin calcetines paseando por de Monte do Gozo en pleno enero jajajajaaja

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  4. 38 kilómetros en un día, con dos cojones, jajaja. Pero para dos cojones, los tuyos de irte en chanclas y sin abrigar, yendo medio cojo a la cafetería. Bueno, ya lo tienes hecho, esa noche imagino que dormirías más, no sería necesario madrugar tanto no¿?

    Esperando el desenlace.

    Sergio

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  5. No te creas que no se me pasó por la cabeza lo de la Santa Compaña....a esa hora, en ese paraje y esa nubecita.....
    Como bien dices Mariano una de las mejores sensaciones que me traje fue la de la gente con la que coincidí, y ya no sólo los compañeros peregrinos sino las distintas personas con las que pude hablar durante el Camino.
    Tu riete Conchi pero lo del oso no se lo recomiendo ni a mi peor enemigo, jajajaja.
    Sí, lo de las chanclas fue todo un número. Normalmente, una vez que llegas a los albergues, la mayoría de peregrinos se mueven por los alrededores en chanclas, pero con calcetines. Lo que ocurre es que yo lavé los cuatro pares que llevaba al llegar al Monte Do Gozo y los tenía secándose sobre el radiador de la habitación así que ni corto ni perezoso salí sin ellos.....Como bien dices, Sergio, con dos cojones.....heladito vivo, pero con dos cojones, jajajaja.

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