sábado, 5 de febrero de 2011

Miércoles 26. Niebla, frío y buena compañía.

Debo haber dormido más de nueve horas seguidas porque llevo un rato despierto y aunque no sé qué hora es, estoy totalmente descansado, sin sueño y con ganas de empezar una nueva jornada. El reloj del móvil dice que son las siete y cuarto de la mañana, bueno, de la madrugada o de la noche según se quiera ver porque cualquier cosa menos un indicio de luz solar o de que vaya a amanecer.
Cojo la bolsa de aseo y voy hacia el baño, lo malo de muchos albergues, no todos, es que hay calefacción en los dormitorios y en los cuartos de baño, pero en los pasillos que van de uno al otro no, así que sales calentito de la habitación donde has dormido y enseguida te viene una bofetada de aire frío que hace que te despiertes del todo en cuestión de segundos.
No se qué temperatura hará fuera pero calculo que será del estilo de ayer, es decir, entre seis y tres grados bajo cero.
Me coloco todo el equipo de contención del frío, echo un último vistazo al dormitorio, que a gusto he estado aquí, y me encamino hacia la puerta de la calle no sin antes poner la cámara en disparo automático y retratarme con todo el equipo puesto. Esta es la foto que luego, a mi regreso a casa, cuando alcancemos temperaturas de 15-20 grados en pleno mes de febrero, miraré para recordar lo que es el frío invernal.
Dejo el albergue y me encamino calle abajo. Hay una niebla muy densa que no permite ver más de un par de metros alrededor. Me impresiona mucho la iglesia iluminada en la noche con luz blanca y metida totalmente en la niebla. Voy camino de la entrada, o salida en este caso, del pueblo, junto al puente del río, ya que el Camino seguía por allí. La hospitalera me dijo ayer que debía cruzar el río pero no por el puente grande sino por una pasarela colgante metálica. La encuentro sin mucha dificultad metida en la niebla. Qué sensación más inquietante al empezar a cruzar el pequeño puente. Miro hacia delante y no veo más de metro y medio antes de que el puente vaya desapareciendo tragado por la niebla. Si estuviera roto o hubiese algún tipo de agujero caería al agua antes de poder verlo. Observando el agua contemplo una imagen que bien hubiera filmado cualquier director de cine de suspense. Noche cerrada, niebla espesa, el leve reflejo de la luna sobre las aguas tranquilas cubiertas por la niebla. Es como si fuera a aparecer de entre la espesura, saliendo de la niebla, ese barco fantasma desaparecido hace algunos siglos……
Cruzo la pasarela y encuentro la primera flecha amarilla que me indica que gire a la derecha y me adentre en el bosque. Ya empieza a amanecer aunque apenas se ve todavía con claridad. Conforme la luz del día va atravesando las capas de niebla aparecen ante mis ojos los primeros campos totalmente helados al igual que los charcos y fuentes que me voy encontrando. He caminado unos dos kilómetros, solo, sin cruzarme con nadie, por medio de un bosque de altos eucaliptos. Voy a parar a echar algunas fotos ya que impresiona mucho ver estos campos, árboles y montes sumergidos en esta densa niebla.
Qué frío hace. Me he vuelto a dejar en la mochila el gorro y me duelen las orejas así que me subo un poco la braga que llevo en el cuello para taparlas. Mi objetivo de hoy es llegar hasta Palas de Rei, concretamente hasta un albergue público situado un kilómetro antes de llegar al pueblo en un área de descanso llamada Os Chacotes. Si cumplo con ese objetivo habré caminado al final de la etapa unos veinticinco kilómetros.
Sigo andando por en medio de bosques, con numerosas cuestas con pendientes muy pronunciadas. Llevo los gemelos un poco cargados y empiezo a notar las agujetas de la etapa de ayer.
Aún no me he cruzado con ningún otro peregrino y llevo más de la mitad de la etapa caminada. La mayoría de mesones y tabernas de las aldeas por las que voy pasando están cerradas. Los carteles en sus fachadas anuncian que abren a partir de marzo, o de Semana Santa. Es lógico, en esta época apenas somos unos pocos los que pasamos por aquí y no creo que salga rentable tener abierto todo el año. El único problema es que te obliga a llevar en la mochila agua abundante y comida, con el sobrepeso que eso conlleva sobre tus hombros, porque nunca sabes los kilómetros que vas a hacer sin encontrar algo abierto donde poder avituallarte.

Entre bosques, prados y colinas, con música tranquila y relajante en mi mp3, e inmerso en mis pensamientos he completado la etapa prevista y estoy llegando a Os Chacotes. He hecho una buena media ya que son las dos de la tarde y he concluido por hoy. El área de descanso que aparece ante mí está llena de barracones que albergan bares, restaurantes, farmacia y otros servicios pero todo está cerrado, a excepción del albergue público y de un restaurante a unos cien metros de este. Entro en el albergue y hago el ingreso de rigor. La rutina de siempre, pagas cinco euros y te dan funda para el colchón y la almohada, te sellan la credencial y te dicen donde están los dormitorios, duchas, cocina y comedor. El dormitorio que me asignan es enorme, habrá unas treinta literas más o menos. Como está totalmente vacío, elijo la cama que más me gusta, por decir algo. Me coloco en una esquinita pegado a una pared, de esta manera me aseguro de que si se llena de peregrinos al menos no va a dormir nadie pegado a mí ya que en los pasillos centrales las literas están pegadas de forma que parecen varias camas de matrimonio de dos pisos puestas en hilera.
Saco de dormir extendido sobre la cama, fuera botas, me coloco las chanclas, ducha caliente, reflex en hombros, pies y piernas, ropa cómoda y a comerme una chocolatina sentado en la cama mientras leo y preparo la etapa de mañana. No tengo mucha hambre de momento, el cansancio puede más.
No llevo mucho tiempo sentado en mi litera cuando comienzan a llegar otros peregrinos. El primero es un señor mayor del que nunca llegaré a saber su nombre. Después llegan Marta, la catalana afincada en Logroño y Roberto que llegó desde Brasil para realizar el Camino. Poco después entran la pareja de coreanos con los que me crucé ayer seguidos del burgalés Alberto y del madrileño Raúl. El último en llegar es Nicola, el tímido e introvertido peregrino italiano. Según van eligiendo literas y vaciando mochilas los voy escuchando hablar. Alberto, Roberto y Marta parecen conocerse. No parecen muy mayores, rondarán los treinta y pocos. Son gente dinámica, alegre y bromista. Raúl parece un poco más mayor. Ha entrado cojeando y al parecer se hizo un esguince de tobillo el primer día que comenzó el Camino y desde entonces hace las etapas lentamente y cojo de un pie. No puedo evitar admirar ese comportamiento al tiempo que me pregunto de si en su lugar yo hubiera hecho lo mismo o me hubiera vuelto para casa.
Mientras empiezan el trasiego de duchas, masajes, cremas y demás me salgo a la sala que hace las funciones de comedor y descanso. Me pongo a leer el libro que me he traído conmigo, A 100 millas de Manhattan. Me encuentro bastante relajado. Llevo puesto un pantalón de chándal, un polo verde y unos calcetines, además los analgésicos ya van haciendo efecto pues apenas noto molestias en las piernas y en los pies.
Pronto unos y otros van llegando a la sala donde me encuentro. Uno trae cervezas, la otra saca una botella de vino, el otro aparece con pan y chorizo, alguien aporta también unas bolsas de frutos secos y algunas cosillas más. A mí la verdad es que me pillan un poco fuera de juego, soy novato en este tipo de reuniones entre peregrinos así que entro al dormitorio y saco de mi mochila lo único que llevaba y que se podía comer, un par de Kit-Kat.
No he dejado de reírme en las últimas dos horas. Esta gente es la bomba, desinhibidos, divertidos y ajenos a cualquier preocupación. Vas conociendo un poco de cada uno, por ejemplo, Marta empezó el Camino en La Rioja y Alberto salió desde Burgos. Ambos llevan caminando entorno a las tres semanas y se conocieron hace aproximadamente diez días. Ahora son algo así como una pareja, siempre que entendamos como pareja el dormir en la misma cama, eso sí, caminar lo que se dice caminar lo hace cada uno a su ritmo y por su cuenta.
El caso de Roberto es digno de ser reconocido. Es un hombre muy devoto que vive en Sao Paulo y hace un par de meses decidió que su vida estaba estancada y que esa devoción y Fe que el tenía estaban en peligro así que dejó el trabajo, explicó a la familia su propósito y cogió un avión rumbo a Francia, porque aquí el amigo brasileño empezó el Camino desde el principio de los principios, es decir, desde Saint Jean, en territorio francés. Lleva caminando desde finales de Diciembre y aquí está el tío, más fresco que unas pascuas y a poco más de cuatro días de llegar a Santiago. Lo dicho, digno de admiración.
Hemos creado un debate sobre si debemos pedir la Compostela o el Diploma que acredita tu paso por el Camino cuando lleguemos a Santiago. La Compostela se otorga a quien hace el camino por motivos religiosos y el diploma al que alberga motivos que no tienen nada que ver con la devoción. Obviamente la Compostela es mucho más bonita y característica, más tradicional, con sus letras en latín pero la mayoría pensamos que hay que ser consecuentes con lo que uno piensa y si no hay devoción ni religión en tu caminar no debes optar a la Compostela. Podéis imaginaros este debate con unas cervezas y una botella de vino en el cuerpo, no podíamos dejar de reír. Casi sin darnos cuenta son ya las diez de la noche y están a punto de apagarse las luces del dormitorio.

Cepillado rápido de dientes, cremita para el frío en la cara, hay que cuidarse, y me meto en el saco haciendo el menor ruido posible ya que algunos de los compañeros ya están durmiendo desde hace tiempo. Se apagan las luces y todo queda en silencio. Tan solo se ven sombras, una de ellas es la de Alberto bajando de su litera y metiéndose en la cama de Marta . Cierro los ojos preguntándome si cabrán los dos dentro del mismo saco. Tercera noche en el Camino. Me encanta.

7 comentarios:

  1. Esta etapa, por lo que leo, fue mas durilla, pero tambien fue la mejor en el albergue (por el momento).
    Que buen rollo se crea, no?
    Espero verte esta tarde!

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  2. ¡Qué frío debía hacer por esos lares! Sólo de ver tu foto ya me está dando repelús... Me quedo con el bosque de eucaliptos (de nuevo la foto y el texto logran trasladarme a Galicia) y con la noche... Tuvo que ser una pasada conocer a gente tan diversa y con tan buen rollo.

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  3. Sí que fue una etapa más dura tanto por el frío como por los 25 km caminados ese día , a los había que sumar los 23 acumulados en las piernas del día anterior.
    Lo de la camaredería con el resto de peregrinos ha sido una de las experiencias que mejor recuerdo me ha dejado del viaje. Es difícil expresar con palabras los buenos momentos que pasé con esos "desconocidos".

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  4. Lo que no sé es cómo se paraban a tu lado otros peregrinos a hablar contigo... tal como te embadurnabas en reflex!!! ;) Cuando me da una vaca un golpe suelo echar un poco de reflex en spray y ya me marea...
    Me gusta mucho como cuentas tus experiencias

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  5. jajajajaja, es fácil de explicar Toño, ellos olían como yo, allí usábamos el reféx como si fuera desodorante.
    Me alegra que te guste como voy contando el viaje, ya estoy preparando la siguiente etapa.

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  6. Bueno, mi viejo amigo, duro el caminar por lo que cuentas, pero de todo en la vida se aprende y hay que quedarse con las mejores experiencias de la vida, no olvides que la vida es como el camino.
    Un saludo, nos vemos pronto.

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  7. He tardado más en leer esta etapa, motivos de tiempo, pero no pienses que me he desenganchado de tu diario!! ;)

    Sergio

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