Tanteo en la oscuridad a ver si encuentro el móvil para ver qué hora es. Las seis y media de la mañana. Es la tercera o cuarta vez que miro la hora a lo largo de la noche. Desde luego esta no va a ser de esas noches que se recordarán por plácidas y agradables. Será por la cama, por la compañía, por los nervios o porque estoy muerto de hambre, pero apenas he pegado ojo. Voy a aprovechar que ya hay alguien levantado y empiezo a preparar las cosas. Cuanto antes empiece a caminar mejor.
Recojo las cosas y ordeno la mochila, lo de ordenar es un decir, creo que lo tengo todo. Oigo comentar a dos compañeros que la temperatura fuera es de seis grados bajo cero así que me he puesto la camiseta térmica, el forro polar, el doble forro del chaquetón y el chaquetón. También me he colocado la braga en el cuello y por supuesto los guantes. Bajo las escaleras intentando no hacer demasiado ruido y llego al recibidor. Ha llegado el momento de ponerme la mochila y averiguar como se adapta ese peso a la espalda y a los hombros. Me coloco los dos tirantes sobre los hombros y la engancho también con el cinturón lumbar a la cintura, no está mal, unos doce kilos más o menos, es llevadero. Salgo del albergue y la primera sensación es de un frío cortante que me congela las orejas, tal vez tenía que haberme puesto también el gorro. Me sorprende que sea totalmente de noche ya que son las siete y media de la mañana. En Galicia amanece sobre las ocho y media, casi una hora después que en mi tierra. A pocos metros del albergue hay una taberna abierta así que me dirijo hacia allí ya que necesito meterme algo en el cuerpo antes de empezar, de todas formas, es de noche cerrada y esta primera etapa preferiría iniciarla con algo de luz del día.
Un bocadillo de jamón y queso y un zumo de melocotón es mi primer desayuno en el Camino. El bocata me ha sabido a gloria, qué hambre tenía. Salgo de la cafetería y comienzo a caminar con los ojos bien abiertos en busca de las primeras señales que indican el Camino. Aún no ha amanecido totalmente pero dentro del pueblo se ve bastante bien. Voy siguiendo las flechas amarillas que me acompañarán en todo el recorrido pintadas en paredes, árboles, piedras, postes, señales y hasta en el propio suelo. No tardo más de diez minutos en abandonar Sarria y adentrarme en el bosque.
Un poco antes, bajando una cuesta muy empinada, me cruzo con dos peregrinos coreanos (supe que eran coreanos más adelante), me resulta muy curioso como baja ella la cuesta, lo hace de espaldas y muy lentamente. Al principio me resulta gracioso y un poco raro pero luego me doy cuenta que tiene su lógica, de esa manera descarga tensión sobre los gemelos y sobre los abductores. Cuando acabas de empezar parece extraño pero cuando llevas ya algunos kilómetros a tus espaldas es hasta práctico.
Apenas llevo el primer kilómetro andado y me encuentro con Emilio, madrileño, 44 años, delgado y un poquito más bajo que yo. Apenas se le ven los ojos porque él sí lleva gorro, un tío inteligente, no como yo, que ya no siento las orejas. Como los dos llevamos el mismo ritmo comenzamos a caminar juntos. Había pasado la noche en el mismo albergue que yo y empezamos a comentar las carencias de este mientras vamos avanzando.
Ya es completamente de día y la imagen de los campos helados, los riachuelos y charcos congelados y el barro hecho piedra por el frío es realmente impresionante. Según avanzamos vamos sorteando las dificultades del camino como caminar entre pequeños arroyos, saltando de piedra en piedra, o andar sobre zonas cubiertas de hielo.
Acabo de caer en uno de esos riachuelos. He saltado de una piedra a otra y al parecer tenía una fina capa de hielo que me ha hecho resbalar metiendo toda la pierna izquierda en el agua hasta la espinilla. Voy a sentarme en la cuneta a cambiarme los calcetines porque me ha entrado agua y no puedo seguir caminando así.
Conforme avanzamos Emilio me va contando su historia. Estuvo viviendo nueve años con su novia y se casaron hace dos. Al poco de estar casados su mujer lo engañó con un compañero de trabajo y él se enteró. Se divorciaron al poco tiempo y cayó en una profunda depresión de la que le costó salir casi un año. Pasó por la etapa de euforia, de fiesta en fiesta, de beber sin parar, de esnifar coca y finalmente volvió a caer en una depresión encontrando sólo refugio en una congregación religiosa de su barrio. Junto a ellos empezó a hacer senderismo, a salir en plan excursiones culturales, a llevar una vida más relajada y poco a poco fue superando su ruptura. Este es el paso final para esa superación, realizar en solitario el Camino de Santiago.
Supongo que quien hace el Camino en esta época tan poco apacible y en solitario es porque necesita solucionar o demostrar algo.
Ya es mediodía y hemos encontrado un pequeño mesón en una aldea que no sé ni como se llama. Entramos y nos encontramos dentro a Javier, otro compañero peregrino. Le pregunto a la mesonera qué nos puede preparar para almorzar y, por no variar, nos dice que un bocadillo así que pedimos que nos haga uno de tortilla con chorizo, que no sea por no meterme calorías en el cuerpo. Aquí estoy, a las doce y cuarto de la mañana, en plena sierra de Lugo tomándome mi segundo bocata del día con una copita de orujo de hierbas casero.
Después de que la mesonera nos selle la credencial seguimos rumbo a Portomarín, final de mi etapa y a donde nos restan tan solo 8 kilómetros. Caminamos los tres juntos, Javier, Emilio y yo. Javier, no muy alto, delgado, unos treinta y pico, ojos claros y pelo y barba rubios, nos cuenta un poco su situación. Vive en Cuenca y tiene una farmacia. Ha estado varias veces de misiones en África y es lo que a él realmente le gusta y le apasiona. Hacer el Camino es una manera de darse tiempo, de pensar, de meditar qué hacer con su vida, si quedarse en Cuenca en su farmacia o marcharse de nuevo a África. Una vez más alguien que busca respuestas en el Camino. Las dos y media y estamos cruzando el puente sobre el río Miño que da entrada a Portomarín.
Es impresionante la cantidad de agua que lleva el río como también impresionante es ver el embalse que entre montañas queda a la derecha del puente.
Subimos las empinadas escaleras que nos llevan a la entrada del pueblo y nos dirigimos hacia el centro del mismo. Portomarín no es muy grande pero tiene su encanto, simplemente por ver el Miño, el embalse y su iglesia-fortaleza, sin duda la más bonita de todas las que he visto durante el Camino, ya vale la pena visitarlo. Justo en la plaza de la iglesia me despido de Javier y de Emilio, van a seguir caminando un poco más. Yo no estoy muy cansado pero para ser mi primera etapa considero que 23 kilómetros son un buen comienzo.
Nos damos un abrazo y quedamos en vernos el sábado en Santiago. Veo como se alejan calle abajo, cargando sus pesadas mochilas, Emilio aún se vuelve para gritarme – Buen Camino-, es lo que todos te desean y deseas en todo el trayecto… Sé que no los voy a volver a ver…
Me dirijo al albergue donde voy a dormir esta noche. Es un albergue privado, el único abierto en esta época del año en todo el recorrido. La hospitalaria es un encanto, me abre el albergue y me da la llave. También se ofrece para lavarme y plancharme la ropa que lleve sucia, previo pago de 6 euros, claro está. El albergue es impresionante, literas nuevas de madera, limpísimo, una sala de estar enorme con televisión de plasma y cocina americana, vamos, todo un lujo comparado con donde estuve ayer. Es una pena que los albergues privados, que son mayoría en el Camino, no estén abiertos en enero porque por diez euros por día vale la pena hospedarse en ellos.
Después de la ducha de rigor y de rociarme piernas y hombros con Reflex gel, me echo un rato en mi litera, escuchando música de Enya y de Lorena McKennit, no tengo mucha hambre así que no voy a comer nada, el bocadillo de tortilla de chorizo de hace unas horas fue suficiente por ahora.
El albergue está vacío y por lo que me dice la hospitalaria no cree que venga nadie así que tengo un albergue para mi solito.
Me he quedado dormido, supongo que la mezcla de cansancio, calefacción y música suave han influido. Son ya las cinco de la tarde. Voy a darme una vuelta por el pueblecito, a echar unas fotos y a comprar algo para cenar. Salgo del albergue y me dirijo hacia el puente que cruza el río y el embalse. Qué belleza ver tal cantidad de agua rodeada de verdes montañas y bosques frondosos, es una maravilla. No me canso de hacer fotos pero es imposible captar en imágenes todo lo que estoy viendo. Empieza a hacer frío, aquí las temperaturas bajan muy rápido en cuanto empieza a atardecer. Ahora mismo estaremos a unos 0 grados pero esta próxima madrugada nos meteremos en cuatro o cinco bajo cero otra vez.
Me meto en un supermercado que hay cerca del albergue y me compro algo para cenar. Un sobre para hacerme una sopa calentita y un par de bolsas de patatas, sé que no es una cena muy nutritiva pero es lo que me apetece, ah, y dos chocolatinas, el azucar no puede faltar.
Son las nueve, he cenado, he visto un rato la tele y creo que no voy a tener ningún problema en quedarme durmiendo dentro de poco así que recojo y friego todo los cacharros que he utilizado para la cena, es otra de las diferencias entre albergues públicos y privados, aquí tengo platos, vasos, ollas, sartenes, etc…y en los públicos es muy raro encontrar menaje en la cocina.
Pongo el despertador a las siete y me meto en el saco. Tal y como había dicho la mujer no ha llegado nadie al albergue así que estoy totalmente solo. Esta noche va a ser muy diferente a la pasada. Cierro los ojos y empiezo a recordar todo lo que he vivido en este día. Empiezo a disfrutar del Camino.
Este blog es mi forma de compartir con todos vosotros mi día a día. Gracias a él sabréis de mis inquietudes, de mis alegrías, de mis tristezas...Es un blog en el que iré escribiendo todo aquello que considere merecedor de ser compartido y esperaré ansioso a leer vuestros comentarios. Porque lo más importante de este blog sois vosotros, mis amigos, mi familia y, en definitiva,todos aquellos que os molestais en leer lo que expone este humilde aprendiz de escritor. Va por vosotros.
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Muy bien narrado, directo y claro. Y con sus fotos entremedio. Te juro que se me ha abierto el apetito solo leyéndote y no exagero, será el aire puro y el caminar...
ResponderEliminarSaludos cartageneros.
Al final acabaremos sintiendo todos que te acompañábamos en el camino con lo bien que lo cuentas, jeje
ResponderEliminarTiene que ser una sensación cuanto menos curiosa casi intimar con alguien en unas horas en las que aparte de conversar no puedes hacer nada más, para luego despedirte de esas personas sabiendo que casi con total probabilidad no volverás a verlas...
ResponderEliminarPor otra parte, que bien narras jodio jajaja, la última frase resume este capítulo: "Empiezo a disfrutar del Camino".
Sergio
No esperaba menos de ti Miki, esto es lo que se dice hablar con el corazón, consigues meter a la gente en el caminar contigo, impresionante.
ResponderEliminarCoge lo que del caminar te has traido y no lo dejes nunca, esa vivencia es lo que te enriquece el alma. Como todo en esta vida tiene su camino, aprovecha la senda y no la dejes.
Sigue así, espero con ansia tu próximo caminar.
Un abrazo.
Gracias a los tres por vuestros comentarios. La verdad es que me anima mucho a seguir escribiendo el saber que os gusta la forma en que estoy narrando esta pequeña aventura.
ResponderEliminar¿Sabes lo que ocurre Sergio? La peña que encuentras te cuenta cosas muy importantes de su vida, sus problemas o lo que le preocupa, y tu haces lo mismo con ellos. Supongo que eso hace que los lazos de unión se hagan tan fuertes y de manera tan rápida hasta el punto de que cuando te despides de ellos te da auténtica pena aunque solo haga unas horas que los conoces...
Gracias Juan, me alegra que te guste lo que voy escibiendo. A ver si nos vemos pronto y te lo cuento en persona. Un abrazo amigo
ResponderEliminarMiguel que bien describes todo lo que has vivido en el camino, me esta gustando mucho leer tu experiencia lo cuentas de manera que parece que yo misma esta haciendo el camino, sigue asi y ya estoy esperando el próximo dia en el camino.
ResponderEliminarUn beso
Laura
muy chulas la 4º y 5º foto, y el relato por supuesto! gracias por tomarte el tiempo parra escribir todo esto y compartirlo con todos nosotros
ResponderEliminarNo mention yet of Norwegians or Finns or even Brits but I'm sure they'll turn up to join the Koreans
ResponderEliminarMe alegra mucho que te guste como voy escribiendo lo que viví en el camino Laura. Ya estoy preparando la siguiente. A ver si puedo publicarla mañana mismo.
ResponderEliminarPara mí es un inmenso placer compartir con vosotros mi experiencia Mariano. El que leais y comenteis lo que voy escribiendo me encanta y me ayuda a seguir haciéndolo.
You know Chris, I saw and I was with a Italian, a Brasilian and a lot of Koreans but a didn´t see people of the north countries.
I thought that there would be people of those countries that you mention but the reality was I didn´t find anyone.
“And that's why books (En este caso narraciones sobre el camino)are never going to die. It's impossible. It's the only time we really go into the mind of a stranger ( o conocido), and we find our common humanity ding this. So the book doesn't only belong to the writer, it belongs to the reader as well, and then together you make it what it is.”
ResponderEliminarNo es mío, evidentemente, sino de uno de mis autores favoritos, pero expresa fielmente lo que opino sobre lo que escribres.
Mar
Thank you darling. Love U!!!!!!
ResponderEliminarPoco que añadir a lo dicen todos tus lectores, con los que estoy totalmente de acuerdo. Solo destacar algunas frases tuyas:"Supongo que quien hace el Camino en esta época tan poco apacible y en solitario es porque necesita solucionar o demostrar algo.""Una vez más alguien que busca respuestas en el Camino."
ResponderEliminarYa sabes que no tienes nada que demostrar y la prueba la tienes en todos los que te rodean y la segunda que creo que es la que más se acerca a tu perfil, espero hayas encontrado las respuestas que nos permitan a todos seguir disfrutando contigo el máximo tiempo posible.
Un abrazo y nos vemos mañana.
La verdad es que a pesar del poco tiempo que he estado sí que he encontrado alguna respuesta pero ya no por el hecho de haber pensado o meditado, que lo he hecho, sino porque aprendes mucho de las experiencias que te cuentan los demás y que, en ocasiones, son fácilmente aplicables a tu vida.
ResponderEliminarUn abrazo Ciro